En 150 años Donald Trump ha sido el primer presidente en no convivir con mascotas en la Casa Blanca, pero con la llegada de Joe Biden, el hogar presidencial estadounidense volverá a poblarse con un perrito llamado ‘Major’ y, además, rescatado.
‘Major’, un pastor alemán rescatado por Joe Biden y su esposa Jill en 2018, rondará los jardines de la Casa Blanca una vez que el demócrata tome posesión en enero.
Sin embargo, no sólo perros han habitado esa mansión, pues la historia registra la predilección de algunos mandatarios no sólo por los animales de compañía, sino inclusive los de granja.
Muchos expresidentes tuvieron extravangantes gustos.
Theodore Roosevelt, 1901-1909, acondicionó prácticamente un zoológico. Loros, osos, cebras, y una gallo de una pierna.
Roosevelt, comenzó su presidencia en 1901, junto con seis niños y más animales de los que la Casa Blanca había visto jamás.
La familia de mascotas de los niños de Roosevelt incluía un pequeño oso llamado Jonathan Edwards; un lagarto llamado Bill; conejillos de Indias llamados Almirante Dewey, Dr. Johnson, Obispo Doane, Fighting Bob Evans y Padre O’Grady; Maude el cerdo; Josiah el tejón; Eli Yale el guacamayo azul; Baron Spreckle la gallina; el gallo de una sola pierna; la hiena la lechuza común; Peter el conejo; y Algonquin el pony.
El presidente Roosevelt amaba a las mascotas tanto como a sus hijos. Algonquin era tan querido que cuando Archie, el hijo del presidente, estaba enfermo en la cama, sus hermanos Kermit y Quentin llevaron al pony a su habitación en el ascensor. ¡Pero Algonquin estaba tan cautivado por su propio reflejo en el espejo del ascensor que fue difícil sacarlo!
De acuerdo con información de la Administración Nacional de Archivos y Registros, Quentin una vez se detuvo en una tienda de mascotas y compró cuatro serpientes. Luego fue a mostrárselos a su padre en el Despacho Oval, donde el Presidente celebraba una importante reunión. Los senadores y funcionarios del partido sonrieron con tolerancia cuando el niño irrumpió y abrazó a su padre. Pero cuando Quentin dejó caer las serpientes sobre la mesa, los oficiales se apresuraron a ponerse a salvo. Las serpientes finalmente fueron capturadas y enviadas de inmediato a la tienda de mascotas. Alice, la hermana de Quentin, también tenía una culebra como mascota a la que llamó Emily Spinach («porque era tan verde como las espinacas y tan delgada como mi tía Emily»).
Los Roosevelt también eran amantes de los perros. Entre sus muchos caninos estaban Sailor Boy, el perro perdiguero de Chesapeake, Jack el terrier, Skip el mestizo y Pete, un bull terrier que hundió sus dientes en tantas piernas que tuvo que ser exiliado a la casa de Roosevelt en Long Island. Alice tenía un pequeño pequinés negro llamado Manchu, que recibió de la última emperatriz de China durante un viaje al Lejano Oriente. Alice una vez afirmó haber visto a Manchu bailando sobre sus patas traseras a la luz de la luna en el césped de la Casa Blanca.
Por si esto se te hace exagerado, William Taft, presidente de 1909 a 1913, tuvo a una vaca, la última en pastar en el césped de la Casa Blanca.
William Howard Taft mantuvo a la vaca Pauline delante del edificio de la Marina, que hoy se conoce como el edificio de la Oficina Ejecutiva Eisenhower
Calvin Coolidge, quien gobernó de 1923 a 1929, albergó a algunos animales salvajes: un gato montés, un hipopótamo pigmeo llamado Billy, cachorros de león, y hasta un mapache.
Sin embargo, los perros han sido los más populares.
El presidente Warren G. Harding, cuyo mandato duró de 1921 a 1923, tuvo al primer perro con cobertura nacional en los medios de comunicación. Su nombre fue Lady Boy.
Herbert Hoover, 1929-1933, tuvo una mascota llamada King Tut.
King Tut, el perro policía belga (¿o malinois?) fue el favorito de Herbert Hoover. Los Hoover adquirieron a Tut de un amigo alrededor de 1922, cuando probablemente tenía uno o dos años. Tut se mudó con ellos a la Casa Blanca, pero no estaba contento, por lo que los Hoover lo enviaron de regreso a su antigua casa de S Street, que había sido alquilada por el congresista de Connecticut Frederic Walcott y su familia.
Tut murió en octubre de 1929, aunque los Hoover no hicieron público el hecho durante varios meses para evitar una avalancha de perros donados.
Franklin D. Roosevelt, 1933-1945, tuvo una terrier escocesa de nombre Fala. Inclusive, una estatua de esta mascota se encuentar en el monumento a Roosevelt en Washington. Es el único pero que ha tenido esta distinción.
Fala es sin duda el personaje más entrañable y adorable del drama que fue la Casa Blanca de Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. El pequeño Scottish Terrier fue entregado al presidente Roosevelt como un regalo anticipado de Navidad por su prima y «compañera más cercana» Margaret «Daisy» Suckley en noviembre de 1940.
Inmediatamente popular entre la prensa y el público, todas las acciones de Fala recibieron una amplia cobertura de los medios, incluido un papel en una película de MGM sobre la vida en la Casa Blanca.
Fala viajó mucho con Roosevelt, pero su viaje más misterioso y controvertido tuvo lugar en 1944 y desembocó en uno de los discursos de campaña más famosos de la historia política estadounidense.
El caso «del perro que no ladró en el barco», comienza en el verano de 1944. Después de apoyar el ataque a Iwo Jima, el USS Baltimore regresó a toda velocidad a Pearl Harbor bajo un manto de absoluto secreto. Luego viajó a San Francisco para modificaciones altamente secretas, y luego a San Diego. Finalmente, en la noche del 22 de julio hubo una oleada de actividad, y el presidente Roosevelt subió a bordo en medio de mucha pompa y circunstancia. Lo acompañó su fiel Scotty Fala
Este fue el comienzo de un viaje histórico envuelto en secreto pero destinado a generar una enorme cantidad de prensa. Roosevelt iba a Hawái para reunirse con el general Douglas MacArthur y el almirante Chester Nimitz, los dos hombres responsables de la guerra en el Pacífico. También fueron pocos meses antes de las elecciones presidenciales, y FDR quería mostrar a los votantes que estaba a la altura del desafío de un cuarto mandato sin precedentes.
.John F. Kennedy, 1961-1963. tuvo una perra llamada Pushinka, obsequio del líder soviétiko NIkita Khurshchev.
A pesar de la tensión que había en la Guerra Fría y de lo dura que era la carrera espacial, los presidentes de países enemigos se unieron por su amor a los perros. El mejor ejemplo de ello es la historia de Pushinka, cachorro de la perrita espacial Strelka, que acabó en la Casa Blanca.
John Kennedy escribió una carta a Nikita Jrsuchov en junio de 1961 que decía: “Estimado Secretario General… la señora Kennedy y yo estamos especialmente agradecidos por Pushinka. Su vuelo desde la URSS a EU no fue tan dramático como el viaje de su madre, aunque sí que fue un viaje largo, lo soportó bien».
Lyndon Jonhson, 1963-1969, llevó a la Casa Blanca a su par de beagles llamados Him y Her.
Gerald Ford, 1974-1977, tuvo un golden retriever llamado Liberty.
Bill Clinton, 1993-2001, Buddy.
A George W. Bush, 2001-2009, le acompañó Barney.
Bo y Sunny, dos perros de agua portugués, fueron las más recientes mascotas y pertenecieron a Barak Obama, Michelle y su familia.