París.- El reconocido pianista y exembajador argentino ante la Unesco, Miguel Ángel Estrella, que pasó más de dos años detenido en Uruguay cuando la región estaba gobernada por militares, falleció a los 81 años en Francia, informaron este jueves fuentes diplomáticas de su país.
La Delegación Argentina ante la Unesco lamenta anunciar el fallecimiento de Miguel Ángel Estrella, quien fue Embajador de Argentina ante la Unesco y Embajador de Buena Voluntad de la Unesco, pianista y fundador de la ONG Música Esperanza», indicó en Twitter esa fuente.
Estrella dirigía actualmente la Casa Argentina en la Ciudad Universitaria en París.
Nacido en 1940 en Tucumán (noroeste de Argentina), comenzó a tocar el piano a los doce años y estudió luego en el conservatorio nacional en Buenos Aires, antes de hacerlo en París con Marguerite Long y Nadia Boulanger.
De regreso a su país, tuvo que exiliarse en 1976 a raíz de la dictadura militar y fue detenido un año más tarde en Uruguay, también gobernado en aquel momento por una junta, donde permaneció 27 meses, hasta ser liberado en 1980 bajo una fuerte presión internacional.
En 1982, fundó la oenegé «Música Esperanza», con la que ofreció conciertos en lugares como cárceles y barrios desfavorecidos en todo el mundo y de ese modo «colocar la música al servicio de la comunidad humana y la dignidad de cada persona», afirmó.
Seis años más tarde fundó igualmente la Orquesta para la Paz, con músicos musulmanes, judíos y cristianos que viven en Oriente Medio.
En 2003 fue nombrado delegado permanente de Argentina ante la Unesco, cargo que ocupó hasta finales de 2015.
En 2012 dio un concierto en el Penal de «Libertad», a 50 km al oeste de Montevideo, donde había sido encarcelado y sufrido despiadadas torturas.
Cuando estaba preso nunca se me habría ocurrido volver a la cárcel de ‘Libertad’ tantos años después, pero unos compañeros me decían ¿mira ‘chango’, si alguna vez cuando ganemos venís a este lugar a hacer música? En ese momento era impensable», relató en esa ocasión Estrella a la AFP.
Evocó también algunos de los mecanismos que le permitieron resistir. En una de las sesiones de tortura «sentí la voz de mi mujer ya fallecida que me decía: ‘sos miles amor, tenés miles detrás'», relató.