En Bamiyán, valle mítico del centro de Afganistán, los talibanes vigilan las cavidades que albergaban a los dos famosos budas gigantes que sus jefes y compañeros, ahora ya mayores, destruyeron con explosivos en 2001.
«Los budas fueron destruidos por las autoridades talibanas en 2001», menciona una placa de bronce grabada, sellada en la piedra. La bandera del movimiento radical sunita está plantada en una garita donde dos jóvenes armados parecen muy aburridos.
Según Ali A. Olomi, historiador especialista de Medio Oriente en la universidad estatal Abington en Penn, Estados Unidos, el mulá Mohamad Hasan Akhund, nombrado el mes pasado primer ministro del gobierno talibán, es «uno de los arquitectos de la destrucción de los budas».
Cuando se le pregunta si, en retrospectiva, fue una buena idea dinamitar las estatuas -acto considerado como uno de los mayores crímenes contra el patrimonio mundial-, Saifurahman Mohamadi, joven talibán nombrado recientemente a la dirección de Asuntos Culturales de la provincia de Bamiyán, oculta mal su vergüenza.
«No puedo comentar sobre el tema», explica a la AFP.
Yo era muy joven. Si lo hizo, el emirato islámico tendría sus razones. Pero lo cierto es que ahora nos comprometemos en proteger el patrimonio histórico de nuestro país. Es nuestra responsabilidad», indica.
El espléndido valle de Bamiyán, enclavado a 2.500 metros de altitud en el corazón del macizo del Hindú Kush, es el punto más occidental alcanzado por el budismo, que lo convirtió en un importante lugar de peregrinación.
A lo largo de los siglos, las influencias india, persa, turca, china, mogol y helénica se cruzaron, formando una encrucijada de civilizaciones única en el mundo y dejando atrás, en numerosos lugares -muchos de los cuales permanecen inexplorados- un extraordinario patrimonio arqueológico.
Funcionarios locales y antiguos empleados de la UNESCO en Bamiyán, refugiados en el extranjero o que entraron en forma clandestina, aseguran a la AFP que un millar de piezas inestimables, almacenadas en tres sitios en Bamiyán, fueron robadas o destruidas, tras la toma de poder de los talibanes a mediados de agosto, que se llevó a cabo en la provincia prácticamente sin violencia.
- Los budas nunca serán reconstruidos –
Confirmo que hubo saqueos, pero fue antes de nuestra llegada», afirma Mohamadi.
Llevamos a cabo una investigación y estamos intentando recuperarlas. Además, el trabajo del centro cultural de la UNESCO continúa», prosigue. En efecto, los periodistas de la AFP observaron que los carpinteros trabajan en los dos edificios monumentales que dominan Bamiyán y que están casi terminados.
El proyecto, estimado en unos 20 millones de dólares -financiados por la UNESCO y Corea del Sur-, iba a ser inaugurado a principios de octubre.
Ahora hay que ver cómo va a funcionar», indica desde Bruselas Philippe Delanghe, responsable del programa Cultura de la oficina de la UNESCO en Kabul. «Hemos recibido luz verde de Nueva York, estoy pensando en volver a Afganistán la semana que viene. La administración actual desea que regresemos. Voy a ver cómo hago para llegar a Bamiyán», dice.
Desde que tomaron el poder, las autoridades talibanes insisten en su voluntad de proteger el excepcional patrimonio arqueológico del país, a pesar del trauma mundial creado por las imágenes de los budas que desaparecen en nubes de polvo con un gran estruendo.
«Intentan demostrar que todo está bien y que el patrimonio les interesa», subraya a la AFP Philippe Marquis, director de la delegación arqueológica francesa en Afganistán, actualmente en Francia. «Se han dado cuenta de que las actividades de protección del patrimonio dan trabajo e ingresos regulares», mientras que la situación económica del país es desastrosa, añade.
Mientras tanto, trozos de los budas yacen bajo pobres techos de madera y telas desgarradas por los vientos del valle. En el siglo XVII sobrevivieron a los asaltos del emperador mogol Aurangzeb y en el XVIII a los del rey persa Nader Shah, que se contentó con desfigurarlos.
Tras años de dilación, los especialistas mundiales parecen haber llegado a un consenso: nunca serán reconstruidos.