En una de las últimas notas de su diario, el profesor japonés Yoshio Kudo lamentaba unas jornadas laborales que empezaban temprano y podían alargarse hasta casi medianoche. Dos meses después, sufrió un «karoshi», una muerte por exceso de trabajo.
La agotadora agenda de Kudo no es una excepción en Japón, cuyos profesores tienen de las jornadas laborales más largas del mundo, repleta de tareas que van desde limpiar a supervisar los traslados desde la escuela a las actividades extracurriculares.
Un estudio de la OCDE en 2018 desveló que un profesor de educación intermedia en Japón trabaja 56 horas a la semana, contra una media de 38 horas en la mayoría de países desarrollados. Pero la cifra ni siquiera recoge la sorprendente cantidad de horas extras.
Una investigación de un centro de reflexión vinculado a un sindicato mostró que los profesores trabajan una media de 123 horas extras al mes, llevando su carga de trabajo más allá de la llamada «línea karoshi» de 80 horas.
Los docentes aseguran que están llegando al límite y algunos se han rebelado contra esta cultura a través de querellas. Este año, el oficialista Partido Liberal Democrático encargó a un grupo de trabajo estudiar la cuestión.
Para Kudo llega demasiado tarde. Este profesor de escuela intermedia murió de una hemorragia cerebral en 2007, con solo 40 años. En su funeral, sus alumnos conmocionados le dijeron a su mujer Sachiko que el animado profesor de educación física era «la persona más lejana de la muerte que se podía imaginar».
Simplemente le encantaba trabajar con niños», dice Sachiko, de 55 años. Pero en sus últimas semanas sufría con las jornadas. «Hacia el final, me decía que los profesores tenían que dejar de trabajar así y que quería liderar ese cambio en el futuro», cuenta la viuda
Ttrabajar hasta en los fines de semana
Las autoridades japonesas han ordenado mejoras como la externalización y la digitalización de algunas tareas. Los datos del ministerio muestran un declive gradual de las horas extras, pero los expertos no ven muchos cambios fundamentales.
«Nuestras medidas para reformar las condiciones de trabajo de los profesores están haciendo progresos continuos», dijo la ministra de Educación, Keiko Nagaoka, a la Dieta (parlamento) en octubre. Pero admitió que muchos «siguen trabajando muchas horas» y «estos esfuerzos necesitan acelerarse».
Desde montones de papeleo a distribuir las comidas, limpiar o vigilar el traslado de los niños a la escuela, los profesores japoneses «se convirtieron de alguna forma en mozos para todo», apunta el consultor de gestión escolar, Masatoshi Senoo.
«Lo que realmente debería ser responsabilidad de los padres recae en los profesores, quienes incluso pueden ser mandados a pedir disculpas a vecinos cuando los estudiantes se comportan mal en parques o en tiendas», explica.
Una de las tareas más agotadoras es supervisar las actividades deportivas y culturales en los clubs de estudiantes, normalmente realizadas después de la escuela o en fines de semana.
«Ser asignado como supervisor de uno de estos clubs normalmente significa decir adiós a tus fines de semana», dice Takeshi Nishimoto, profesor de historia en una escuela secundaria en Osaka.
En junio, este maestro de 34 años ganó una demanda pidiendo compensación por el estrés generado por la sobrecarga de trabajo. Presentó la querella tras quedar al borde de una crisis nerviosa en 2017, cuando era supervisor de un club de rugby trabajó 144 horas extras en un solo mes.
Profesor, un «trabajo sagrado»
Los expertos indican que los profesores son particularmente vulnerables al exceso de trabajo por una ley de hace décadas que les impide cobrar las horas de más. A cambio, la ley añade el pago de ocho horas extras por mes a sus salarios mensuales, un sistema que, según Nishimoto, resulta en «hacer trabajar sin límites a los profesores por un pago fijo».
Masako Shimonomura, una profesora de educación física en Tokio, explica que es difícil tomar un descanso de verdad durante el día.
«No todo es negro en este trabajo, sin embargo. Hay algunos momentos por los que vivo, como ver a los estudiantes en mi club de softball brillar y sonreír en los torneos», dice la mujer de 56 años, que teme que esta imagen pesimista se imponga en los jóvenes.
Una investigación del diario Mainichi Shimbun en 2016 indicó que en la última década 63 muertes de profesores se clasificaron debidas al exceso de trabajo. Pero a la viuda de Kudo le costó cinco años que se reconociera oficialmente el «karoshi» como la causa de la muerte de su marido.
Para ella, como la enseñanza se ve como un «trabajo sagrado» de entrega a los niños, actitudes como apuntar las horas extras trabajadas se consideran egoistas.
«Tantos profesores lamentan haber vivido sus vidas sin para a disfrutar del crecimiento de sus propios hijos», dice la mujer, una antigua profesora que ahora dirige un grupo anti-karoshi. «Siento que mi marido y yo trabajamos juntos para seguir sus últimas palabras: que quiere cambiar las prácticas de trabajo de los profesores».