‘Es como un videojuego’: Criminales en Japón ahora reclutan a sus delincuentes en línea; esto hacen

Risa Yamada creció huérfana y sufrió para encontrar un trabajo estable hasta que se encontró con una de las muchas ofertas laborales publicadas en redes sociales por bandas criminales japonesas. Contratada para hacerse pasar por agente de policía, Risa prosperó mediante llamadas telefónicas en las que sacaba cientos de miles de dólares a ancianos solitarios, ricos e ingenuos.

«No pensé que algún día pudiera trabajar en un empleo normal», dijo en julio la mujer de 27 años ante un tribunal de Tokio, que terminó sentenciándola a tres años de cárcel. «Por primera vez en mi vida, me decían que era buena en algo (…) El trabajo me hizo sentir necesaria», admitió.

La joven no es la única en haber sido seducida por los «yami baito» —un mercado negro de trabajos parciales— ofrecidos en la red social X y otras plataformas. En el inframundo de la criminalidad en Japón, las redes sociales ofrecen un método de contactar con cualquier, desde adolescentes a pensionistas, dispuesto a cometer un delito para ganar dinero.

En 2022, los perjuicios causados por bandas del «yami baito» y otras organizaciones de defraudadores aumentaron un 30% respecto al año anterior, llegando a 37 mil millones de yenes (unos 250 millones de dólares), el primer aumento en ocho años. Los anuncios laborales del mercado negro aparecieron durante mucho tiempo en revistas o en pegatinas en baños públicos.

Su proliferación en línea permite a los reclutadores «relajarse en una habitación con climatización, saborear el café y usar el celular para reunir a un grupo de ladrones», dice Noboru Hirosue, sociólogo de crímenes. Además, las plataformas en línea, especialmente las aplicaciones de mensajería encriptada como Telegram o Signal, ayudan a la banda a permanecer anónima e irrastreable.

Un excontratado por estos grupos explica que su supervisor lo dirigía a través de Telegram para dejar paquetes de dinero ilícito en taquillas de estaciones de tren. Al final de cada jornada, varios mensajes anónimos de Telegram con emoticonos le agradecían el trabajo y le informaban dónde estaba escondida la paga de ese día.

«Es como un videojuego: te dan tareas, completas misiones y consigues recompensas», dice el hombre de 57 años que, tras un tiempo en prisión, trabaja en un hostal. «Ni siquiera te sientes culpable porque no ves a nadie», dice el hombre que pide anonimato.

El yami baito es una de las estafas más comunes en Japón. (AFP)
En enero, una mujer de 90 años en Tokio murió tras ser amordazada y golpeada en su casa por varios hombres que buscaban algo de valor. Los autores del asalto, que conmocionó la sociedad y condujo la atención de la policía hacia estos crímenes, fueron contratados en línea, según informaciones de prensa.

Los cerebros del asalto eran un banda de hombres japoneses en Filipinas que habrían usado Telegram para dirigir un grupo de subalternos para realizar asaltos y fraudes en Japón. Los motivos para aceptar estos empleos son múltiples. Un antiguo integrante de una organización dedicada al fraude dijo que para él era «ganar dinero extra para poder volverse un poco loco».

Vestido con traje, se hacía pasar por empleado bancario y visitaba casas de ancianos a quienes convencía para entregar sus tarjetas. En pocos meses ganó casi 10 millones de yenes (66 mil dólares / 1.17 millones de pesos mexicanos), dice el hombre de 31 años.

«Todo lo que pensaba es en cómo me emborracharía nuevamente esa noche (…), bebiendo champán caro en bares de alterne», explica el hombre, que terminó pasando dos años en la cárcel.

La policía trata de retirar los anuncios de grupos criminales y ofrece recompensas de hasta un millón de yenes (unos 6 mil 600 dólares / 117 mil 760 pesos mexicanos) por información de las bandas que los publican. Los reclutas son «explotados y usados como peones» por los líderes de la banda, dijo la Agencia Nacional de Policía en un comunicado a la AFP.

De las casi 13 mil 100 personas arrestadas por cargos de fraude organizado entre 2018 y 2022, solo un 2% ocupaban altos cargos en la jerarquía de estas bandas, según los datos de la policía. Abundan también las historias de personas forzadas a revelar información privada suya y de sus familias, incluidas las direcciones postales, por si dejan la organización.

La agencia AFP no pudo contactar con X para obtener un comentario. Telegram dijo que vigilia «proactivamente» las partes públicas de la plataforma y que los usuarios pueden denunciar contenidos ilícitos en grupos privados.

Yamada, aunque estaba contenta al principio, después descubrió cómo de feas podían ponerse las cosas. En 2019, la banda que la había contratado le envió un billete de avión y voló a Filipinas. Allí la entrenaron junto a otras personas para realizar cientos de llamadas a ancianos en Japón y la encerraron en un hotel bajo estrecha vigilancia en el que temía por su vida. Cree que un compañero fue asesinado. De hecho, el arresto fue para ella un alivio: «Pensé que finalmente me habían liberado».

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