Ebrahim Raisi, ganador de las elecciones presidenciales en Irán según los primeros resultados, es un hombre austero que se presenta como el defensor de las clases desfavorecidas y como un paladín anticorrupción.
A sus 60 años, este ultraconservador convencido y hasta ahora jefe de la Autoridad Judicial fue proclamado por sus rivales como ganador de las elecciones presidenciales de la República Islámica, con lo que en agosto tomará el relevo del reformista Hasan Rohani.
Sus críticos aseguran que la contienda estaba inclinada a su favor por la descalificación de sus rivales más fuertes, pero para sus seguidores es la mejor jugada para que Irán plante cara a Occidente y salga de la profunda crisis económica provocada por las sanciones estadunidenses y la pandemia.
Este hoyatoleslam (rango inferior al de ayatolá en el clero chiita) dirigió su campaña bajo el lema de la “lucha incesante contra la pobreza y la corrupción”.
Dos temas que también ocuparon el centro de su campaña en 2017, cuando obtuvo más del 38 por ciento de los votos, insuficientes, no obstante, para impedir la reelección en primera vuelta de Rohani, líder de la corriente moderada y a quien la Constitución prohibió volver a presentarse este año.
Numerosos medios iraníes lo ven como un posible sucesor del guía supremo, Alí Jamenei, de casi 82 años, que en 2016 lo había colocado al frente de la poderosa fundación caritativa Astan-e Qods Razavi, gestora de un inmenso patrimonio industrial e inmobiliario, y después al mando de la autoridad judicial.
Alumno del guía supremo
Nacido en noviembre de 1960 en la ciudad santa de Mashad (noreste), Raisi fue nombrado fiscal general de Karaj, cerca de Teherán, con tan solo 20 años, tras la victoria de la Revolución Islámica de 1979.
Ha formado parte del engranaje judicial durante más de tres décadas: fiscal general de Teherán de 1989 a 1994, jefe adjunto de la Autoridad Judicial de 2004 a 2014, año en el que fue designado fiscal general del país.
Raisi no es un hombre muy carismático. Luce barba canosa y gafas finas y siempre va ataviado con un turbante negro de seyyed (descendiente de Mahoma). Cursó las clases de religión y de jurisprudencia islámica del ayatolá Jamenei.
Según su biografía oficial, es docente desde 2018 en un seminario chiita de Mashad. Además, es miembro de la dirección de la Asamblea de Expertos, que se encarga de nombrar al guía supremo.
Casado con Jamileh Alamolhoda, profesora de Ciencias de la Educación en la Universidad Shahid-Beheshti de Teherán, con quien tuvo dos hijas -ambas con títulos de educación superior-, Raisi es yerno de Ahmad Alamolhoda, imán de la oración del viernes y representante provincial del guía supremo en Mashad, segunda ciudad del país.
En la carrera electoral, con apenas seis rivales de los que tres terminaron renunciando, recibió el apoyo de las dos principales coaliciones de partidos conservadores y ultras.
Sin embargo, es consciente de la necesidad de unir a una sociedad iraní dividida por la cuestión de las libertades individuales -en la que Rohani causó tantas decepciones como promesas había hecho-, y se ha comprometido a erigirse como defensor de la libertad de expresión, de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos iraníes y de la transparencia.
Eliminar los levantamientos de raíz
Atacado por reformadores y moderados por su inexperiencia política, el ultraconservador afirma que quiere formar “un gobierno del pueblo para un Irán poderoso” y ha prometido exterminar los focos de la corrupción.
Para la oposición, el nombre de Raisi seguirá asociado a las ejecuciones masivas de detenidos marxistas o de izquierdas en 1988, cuando era vicefiscal del tribunal revolucionario de Teherán.
Al ser preguntado en 2018 y 2020 sobre este episodio oscuro de la historia reciente, Raisi negó haber estado implicado, pero rindió homenaje a la orden de que se procediera a esta purga, dada -según él- por el ayatolá Jomeini, fundador de la República Islámica.
Partidario de la mano dura frente al Movimiento Verde, creado contra la reelección de Mahmud Ahmadineyad en las presidenciales de 2009, declaró en aquel entonces:“A quien nos hable de ‘compasión islámica y de perdón’, le respondemos: vamos a seguir enfrentándonos a los alborotadores hasta el fin y eliminaremos de raíz la sedición”.