Sachin es hindú, Seema era musulmana. Él es de India, ella de Pakistán. Pero el amor entre ellos prendió tan fuerte que cruzaron clandestinamente la frontera para estar juntos, sobreponiéndose a las rivalidades nacionales y el miedo a represalias religiosas. En plena pandemia en 2020, un videojuego conectó a Sachin Meena, un indio soltero de 22 años que trabaja como dependiente en una tienda, con Seema Haider, pakistaní de 27 años, casada y madre de cuatro hijos.
«Nos hicimos amigos, nuestra amistad se convirtió en amor y nuestras conversaciones se hicieron cada vez más largas, mañana y noche, hasta que finalmente decidimos encontrarnos», explica Seema desde el estrecho patio de la casa familiar de Sachin, donde vive ahora.
En mayo, Seema dejó en Pakistán a su marido y entró clandestinamente con sus cuatro hijos en India a través de Nepal, motivo por el que la pareja fue detenida y dejada en libertad el mes pasado. Desde entonces, Seema explica que se casó con Sachin y tomó su apellido.
«Me he convertido al hinduismo», explica sentada junto a su esposo en la aldea de Rabupura, a unos 55 kilómetros de Nueva Delhi. «Antes moriría que volver o dejar a Sachin».
Sin embargo, nada es fácil. La policía india asegura que es imposible que Seema se quede a largo plazo. «Pido al gobierno indio que me dé la ciudadanía», ruega Seema, con un pañuelo rojo cubriendo su pelo y sus cuatro niños jugando a su alrededor.
El amor de esta pareja contrasta con la agria relación histórica entre sus dos países. India y Pakistán, dos potencias nucleares, han librado tres guerras desde la partición consecutiva a la independencia del Imperio británico en 1947. Las relaciones diplomáticas, culturales, empresariales o deportivas son muy limitadas.
La apostasía, es decir negar o abjurar de la fe, es punible con la muerte según algunas interpretaciones del islam. Seema asegura que ya ha recibido algunas amenazas en internet e insiste que la pareja quiere «vivir y morir juntos». Esta semana participaron en un debate televisivo en India donde Seema proclamó su «amor imperecedero» por Sachin y prometió que solo volvería a Pakistán «como una mujer muerta».
Seema se sintió atraída primero por las habilidades de Sachin en el videojuego de combate PUBG. Tres años después, la pareja quedó en persona en Nepal este pasado mes de marzo. Después de ese primer encuentro, ella ya estaba segura de querer abandonar a su marido «violento», una acusación que el interesado niega. La pareja tardó meses en planificar con la ayuda de videos de YouTube cómo entrar a India a través de Nepal. Y en mayo lo consiguió.
«Era muy difícil viajar desde Pakistán a India», afirmó. «Creo que con el amor de Dios, estábamos destinados a encontrarnos».
La familia de Sachin solo supo de su existencia cuando el hombre alquiló un apartamento cercano con ella. «Había algo de resistencia, aunque mi padre y todos nos aceptaron. Estaban felices por nosotros», explica Sachin. Pero la policía india los descubrió cuando intentaron casarse en un juzgado local.
El marido abandonado por Seema, Ghulam Haider, dejó su trabajo como peón de obra y conductor de «rickshaw» (bicitaxi) para ganar más dinero para su familia en Arabia Saudita. Ahora quiere recuperar a su familia.
«Pido seriamente a las autoridades indias y pakistaníes que me devuelvan a mi mujer y mis hijos», dijo por teléfono desde Arabia Saudita.
El exesposo de Seema busca recuperar a su familia; ella dice que él era «violento». (AFP)
Haider asegura que él y Seema, procedentes de tribus baluchíes distintas, también tienen una historia de amor rompedora. Sus familias les prohibieron casarse, pero huyeron para contraer matrimonio, un asunto tabú en Pakistán que puede llevar a los llamados crímenes de honor. Un consejo de ancianos resolvió más tarde la cuestión con una multa de un millón de rupias pakistaníes (unos 3 mil 640 dólares / 61 mil 600 pesos mexicanos) para Haider.
«Estoy lejos de casa, de mi familia, es muy angustioso para mí porque nos casamos por amor».
En India, la pareja formada por Seema y Sachin recibió una popular bienvenida. Personas de aldeas cercanas los visitan desde que su arresto salió en los medios.
«Nos tomamos selfies», dice Rakesh Chand, un hombre de 37 años que condujo una hora para felicitar a la pareja. «Sachin está muy feliz, incluso su familia los ha aceptado, así que el gobierno debe asegurarse de que no la fuerzan a marcharse», apunta.
En su antiguo pueblo de Dhani Bakhsh en Pakistán, pocos quieren hablar de la historia abiertamente, aunque muchos chismorrean sobre ella. Seema no se arrepiente y describe a Sachin como «el amor de su vida». «Mis hijos van a recibir todo el amor, el cuidado y la atención aquí».
«Olvidense de ella. Se ha ido y es adulta», dice Zafarullah Bugti, primo de Haider.