Los enfrentamientos han estallado en la capital de Sudán, Jartum, y en otros lugares del país mientras poderosas facciones militares rivales luchan por el control, lo que aumenta el riesgo de una guerra civil en todo el país. Las tensiones han estado incrementándose desde hace semanas entre los dos generales más poderosos del país, que apenas 18 meses antes orquestaron un golpe militar para descarrilar la transición del país hacia la democracia.
El primero representa el poder militar en Sudán mientras el segundo lidera un grupo de milicias que se formó en Darfur. Antaño amigos, los generales Abdel Fatah al Burhan y Mohamed Hamdan Daglo se enfrentan ahora por el control del país. ¿Qué llevó a este conflicto militar? ¿Por qué ahora ambos se disputan el poder de un país empobrecido? ¿Qué hay de intereses internacionales sobre el conflicto?
Abdel Fatah al-Burhan se alió con Mohamed Hamdan Daglo tras el golpe de Estado en 2019. (AFP)
¿Por qué Sudán está «en llamas» por dos grupos militares?
Después de que el país sufriera un golpe militar para derrocar al entonces presidente Abdalla Hamdok —quien fue nombrado primer ministro en un gobierno cívico-militar tras la revolución sudanesa de 2019— en octubre de 2021, la junta militar del ejército sudanés, comandado por Abdel Fatah al-Burhan se alió con Mohamed Hamdan Daglo (alias ‘Hemedti’), el líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) para formar un gobierno que buscaba garantizar hacia la transición democrática.
Ambos eran amigos, soldados del ejército comandado por el entonces dictador Omar Al-Bashir —derrocado en 2019 tras una fuerte crisis económica y quien gobernó con mano de hierro durante 30 años—, quienes firmaron con presión de la comunidad internacional un acuerdo preliminar en diciembre con grupos prodemocracia y de la sociedad civil. Pero el acuerdo sólo proporcionaba esbozos generales y dejaba sin resolver los asuntos políticos más espinosos.
Uno era el cronograma para que las FAR se integraran a las fuerzas armadas regulares, el segundo era cuándo el ejército estaría formalmente bajo supervisión civil. Durante las negociaciones, las tensiones entre Al-Burhan y Hemedti se incrementaron. La disputa clave gira en torno a la forma en que las FAR se integrarían a las fuerzas armadas y quién tendría el control definitivo sobre los combatientes y las armas.
En marzo, ‘Hemedti’ criticó a Al-Burhan, diciendo que la cúpula militar no estaba dispuesta a renunciar al poder. La fricción llegó a un punto crítico por un plan respaldado internacionalmente para lanzar una nueva transición con partes civiles. Estaba previsto que se firmara un acuerdo final a principios de abril, en el cuarto aniversario del derrocamiento del autócrata Omar al-Bashir en un levantamiento popular.
Las FAR comenzaron a emplazar fuerzas el miércoles alrededor del pequeño poblado de Merowe, al norte de la capital. La zona cuenta con aeropuerto de gran tamaño, ubicación céntrica y una presa hidroeléctrica río abajo sobre el Nilo. Al día siguiente, las FAR también enviaron más efectivos a la capital y otras áreas del país, sin el consentimiento de los jefes de las fuerzas armadas.
Cuando estallaron los combates el 15 de abril, ambos bandos culparon al otro de provocar la violencia. El ejército acusó a las FAR de movilización ilegal en los días anteriores y, mientras, los paramilitares se desplazaban por sitios estratégicos clave en Jartum, dijeron que el ejército había tratado de tomar todo el poder en un complot con los leales a Al-Bashir. Miles de personas huían de la capital de Sudán al arreciar los combates entre el ejército y los paramilitares este miércoles, que dejaron por el momento cerca de 200 muertos.
La crisis en Sudán podría escalar hacia una guerra civil entre dos militares. (AFP)
¿Por qué la crisis en Sudán amenaza con ser una guerra civil?
Las perspectivas para que haya un alto al fuego inmediato parecen ser escasas. Al-Burhan y Hemedti se han negado a ceder en sus posiciones, exigiendo que el otro sea el que se rinda. La naturaleza intensa de los combates también podría hacer más difícil que los dos generales regresen a la mesa de negociaciones y podría desencadenar en más combates.
A medida que se desarrollaba el plan para una nueva transición, ‘Hemedti’ se alineó más estrechamente con los partidos civiles de una coalición, las Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FFC), que compartió el poder con los militares entre el derrocamiento de Omar Al-Bashir y el golpe de 2021. Su grupo paramilitar durante años estuvieron involucradas en acciones represivas brutales durante disturbios tribales y marchas prodemocracia.
Diplomáticos y analistas dijeron que esto era parte de una estrategia de ‘Hemedti’ para transformarse en un estadista. Tanto el FFC como el líder de las FAR, que se enriquecieron a través de la minería de oro y otras empresas —y cuyo grupo está ligado a los paramilitares del Grupo Wagner, quienes realizan la ofensiva en Ucrania—, enfatizaron la necesidad de dejar de lado a los leales del exdictador y a los veteranos de tendencia islamista que habían recuperado un punto de apoyo después del golpe y tienen profundas raíces en el ejército, en un intento de blanquear la reputación de su fuerza paramilitar y afirmar que apoyan la transición.
Aunque el ejército de Sudán tiene recursos superiores, incluido el poder aéreo, las FAR se expandieron a una fuerza estimada en 100 mil hombres que se habían desplegado en Jartum y sus ciudades vecinas, así como en otras regiones, aumentando el espectro de un conflicto prolongado por encima de una economía en crisis desde hace años y necesidades humanitarias existentes a gran escala.
El ejército sudanés controla la mayor parte de la economía del país, pero las FAR manejan áreas destacadas de la minería de oro, una fuente crucial de ingresos para el poderoso grupo. Los paramilitares pueden aprovechar el apoyo y los lazos tribales en la región occidental de Darfur, donde surgió a miliacia y que lucharon junto a las fuerzas gubernamentales para aplastar a los rebeldes en una guerra brutal que se intensificó después de 2003.
La crisis en Sudán ¿Otro conflicto geopolítico entre EU y Rusia?
El levantamiento popular había generado esperanzas de que Sudán y su población de 46 millones pudieran salir de décadas de autocracia, conflicto interno y aislamiento económico bajo Bashir. El conflicto no solo puede destruir esas esperanzas, sino también desestabilizar una región inestable que bordea el Sahel, el Mar Rojo y el Cuerno de África. Además, podría jugar en la competencia por la influencia en la región entre Rusia y los Estados Unidos, y entre las potencias regionales que han cortejado a diferentes actores en Sudán.
Durante la dictadura de Al-Bashir, Rusia era una fuerza dominante en Sudán. En un momento dado, Moscú llegó a un acuerdo en principio para construir una base naval en la costa sudanesa en el Mar Rojo. Tras su caída en 2019, Estados Unidos y las naciones europeas comenzaron a competir con Moscú por la influencia en el país, que cuenta con abundantes recursos naturales, incluido oro, pero ha estado empantanado en conflictos civiles y golpes militares.
Desde Washington suspendieron el apoyo financiero después del golpe de 2019 y luego respaldaron el plan para una nueva transición y un gobierno civil. En años recientes, incluso el Grupo Wagner ha incursionado en el país.
En ellos, se suman Arabia Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, quienes vieron la caída de Al-Bashir como una forma de hacer retroceder la influencia islamista y reforzar la estabilidad en la región e impulsar la región en el sector de marítimo y agropecuario. Incluso, Abu Dabi planeaba construir un puerto en la zona e impulsar una aerolínea de bajo costo con sede en Jartum.
Al-Burhan y Hemedti desarrollaron vínculos estrechos con Arabia Saudita después de enviar tropas para participar en la operación liderada en Yemen. Hemedti ha entablado relaciones con otras potencias extranjeras, incluidos Rusia y Emiratos Árabes Unidos. Por su parte Egipto, gobernado por el militar presidente Abdel Fattah al-Sisi, tiene vínculos profundos con Al-Burhan y el ejércitos sudanés, y recientemente promovió una vía paralela de negociaciones políticas a través de partidos con vínculos más fuertes con el ejército y con Al-Bashir.