Cuando Randy Arozarena estaba en medio de uno de los mejores momentos de su carrera, imponiendo récords ofensivos en la postemporada de 2020 con los Rays de Tampa Bay, quiso dejar en claro su amor por México, y su intención de jugar el país que le abrió sus puertas en el Clásico Mundial de Beisbol.
Tres años después está cumpliendo el compromiso.
“Esto era lo que yo quería, representar al país que me dio la oportunidad de jugar beisbol como lo estoy haciendo ahora”, dijo Arozarena, quien llegó a Yucatán exiliado de Cuba, y donde pasó sus primeros años como profesional, antes de recibir la oportunidad para jugar en el beisbol de Estados Unidos.
Randy tuvo una hija nacida en México, por lo que se abrió la posibilidad de iniciar un proceso de naturalización que cumplió, y el año pasado recibió su pasaporte mexicano, con lo que ahora puede representar al país.
Para esta edición, Cuba abrió sus fronteras y convocó a peloteros que juegan profesionalmente fuera de la Isla. Arozarena, quien permanentemente manifestó que jugaría por México, no recibió ningún llamado por Cuba.
“Nadie se me acercó, pero igual yo lo tenía claro. México me recibió con los brazos abiertos, la gente me dio su cariño, la oportunidad, lo que me queda a mí es responder como yo sé hacerlo, jugando pelota”.
Arozarena es el único de los 30 jugadores mexicanos que necesitó un proceso de naturalización para estar en el equipo. Aunque hay más jugadores nacidos en el extranjero (Estados Unidos), todos acreditaron la nacionalidad de forma hereditaria por sus padres.
“Veme, yo soy otro mexicano, yo no me siento aquí. Esta convivencia solo se tiene en un equipo que va para cosas grandes”, dijo.