Desde que en 2010 fue designado para organizar la XXII Copa del Mundo, Qatar marcó grandes distinciones para el famoso torneo deportivo.
Es el primer país árabe de la historia en albergar un Mundial y éste además tiene lugar fuera de los tradicionales meses de junio, julio y agosto.
Debido al clima extremo en el país del Pérsico, que en verano alcanza los 45 grados centígrados, el de Qatar fue designado como el primer mundial de temporada invernal, a celebrarse del 20 de noviembre al 18 de diciembre próximos.
Si bien el colosal negocio futbolístico nunca ha estado exento de escándalos, el caso de la nación árabe también ha sido uno de los más distintivos en esta área, pues las noticias de grandes sobornos para ganar la sede y de la explotación laboral para concluir los estadios en tiempo récord han circulado por años en los principales medios.
Con un territorio de apenas 11,537 kilómetros cuadrados, Qatar es también el país más pequeño en tener un Mundial, aún más que Suiza (segundo lugar), que albergara la Copa del Mundo de 1954, donde los alemanes ganaron el primero de sus cuatro campeonatos.
Recientemente, Qatar también se anotó una nueva distinción: su mundial es el más costoso de la historia. Y por mucho.
Según datos oficiales dados a conocer recientemente, el próximo mundial tuvo un costo de $220,000 millones de dólares, cifra que equivale al PIB de Portugal o de la República Checa.
El dato es una confirmación, sin duda, de la resolución del país árabe para tener una Copa del Mundo que raye en la perfección, tanto en la calidad de sus estadios como de las instalaciones para transmitir los juegos.
Por otro lado, Qatar ha buscado que la inversión contrarreste las duras críticas de explotación y corrupción que han manchado su trabajo desde que obtuvo la sede.
Los problemas comenzaron desde las revelaciones de que Mohamed Bin Hammam, expresidente de la Federación Asiática de Futbol (FAF) y representante de Qatar, habría otorgado grandes sobornos a funcionarios de la FIFA para obtener la designación mundialista.
No hay datos exactas de si estos presuntos sobornos entran en el cálculo de los $220 millones de dólares que costó el evento deportivo que arranca el mes próximo.
La cifra es 18 veces lo erogado por Rusia en el Mundial del 2018 y 14 veces lo gastado por Brasil en el del 2014.
Más allá de las manchas de corrupción, del cambio de fechas y de sus altísimos costos, el Mundial de Qatar está marcando un claro precedente para las futuras sedes del evento deportivo: atraer los ojos del mundo es un privilegio sólo accesible para naciones con bolsillos muy poderosos.