CIUDAD DE MÉXICO. El miedo a la muerte está presente en muchos migrantes que se lanzan hacia Estados Unidos, como el grupo de pocos miles que ahora transita por el sur de México. Agencias de la ONU cifran en más de 600 los migrantes que han muerto este año en el continente y el número de fallecidos no deja de crecer.
El domingo, cuando la caravana de migrantes descansaba en la localidad de Mapastepec, en el sureño estado de Chiapas, y se preparaba para una vigilia —que finalmente se anuló por la lluvia— para honrar a sus familiares muertos y a los fallecidos en la ruta, la fiscalía del estado informaba de una nueva muerte.
En un comunicado divulgado por la noche, este departamento informó de la apertura de una investigación por el homicidio de un hombre cubano que presentaba heridas de arma de fuego y fue localizado sin vida en la parte trasera de una camioneta tipo pick-up.
El vehículo estaba ubicado en un tramo de terracería del municipio de Pijijiapan, unos 40 kilómetros al norte de donde descansaba la caravana, y en ella las autoridades encontraron un arma larga y un cargador, agregó la fiscalía.
Un militar que pidió el anonimato por no estar autorizado a dar declaraciones, indicó a AP que se trataba de un migrante que estaba trasladándose en ese vehículo con varios más, aunque no precisó el número.
Los migrantes que pasan por México se convierten muchas veces en víctimas de todo tipo de crímenes —robos, extorsiones, secuestros, violaciones, desapariciones e incluso la muerte— debido, entre otros motivos, a la actividad de grupos de la delincuencia organizada o a la corrupción y a los abusos por parte de algunos funcionarios.
Según datos recopilados por la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), en los primeros nueve meses de 2021 han muerto 612 personas en trayectos migratorios en el continente, un marcado incremento respecto a las 796 muertes que se registraron en todo 2020, cuando la pandemia redujo el flujo migratorio.
Además, la OIM tiene registrados más de 5 mil 500 desaparecidos aunque la cifra puede ser mucho mayor. Los lugares más peligrosos son la frontera entre México y Estados Unidos y la selva del Darién, entre Colombia y Panamá.
Carlos Escobar, quien lleva 37 días viajando desde que salió de Venezuela con su esposa, Jennifer Santana, y dos niños, dijo que durante su paso por el Darién vio cadáveres y tumbas.
La caravana esperaba el domingo a que dejara de llover para hacer una sencilla vigilia con oraciones y veladoras coincidiendo con las populares celebraciones por el Día de los Muertos en México pero el acto finalmente se anuló debido a la persistente lluvia.
Escobar dijo estar consciente de los riesgos que conlleva su viaje. Sus dos hijos, uno de 3 años y un bebé de 18 meses, ya se han enfermado por la caminata bajo el sol y la lluvia. Pero afirmó que prefería “correr el riesgo de morirme en el camino” que seguir muriéndose de hambre en su país, donde ganaba cuatro dólares al mes con trabajos comunitarios.
Al hondureño Fernando Flores, de 27 años, le hubiera gustado aprovechar la ceremonia del domingo para honrar a su madre a quien sepultó cuatro días antes de emprender el camino hacia la frontera con Estados Unidos en compañía de su esposa Rosa Pérez, de 18, y sus dos hijos.
La joven pareja, que sobrevivía de un puesto de verduras en el mercado y pagando extorsión a las pandillas, ya se había planteado migrar, pero se decidió poco después de que la policía le dio una golpiza a Flores delante de su madre. El hondureño temía que acabaran por asesinarlo y por eso decidieron marcharse.
Su madre, quien padecía de diabetes, empeoró después del ataque. Le tuvieron que amputar una pierna y murió unos días después.
La caravana, la de mayor dimensión que transita por México este año, salió el 23 de octubre de Tapachula, 110 kilómetros más al sur y casi en la frontera con Guatemala. Sus integrantes, la mayoría centroamericanos y, entre ellos, muchos niños, parecían dispuestos a seguir su trayecto hacia el norte a pesar que las autoridades mexicanas ofrecieron visas humanitarias a mujeres embarazadas y menores, respetando la unidad familiar.
El Instituto Nacional de Migración explicó que quien aceptara la oferta sería trasladado a otros estados para agilizar las gestiones. Sin embargo, los migrantes desconfían y no quieren aceptar por miedo a ser engañados y devueltos a Tapachula.