Huntington Beach, Estados Unidos.- La popular Huntington Beach, en California, es conocida como «la ciudad del surf», pero un derrame petrolero está contaminando sus aguas y afectando no sólo su vida marina sino también a la economía y el modo de vida local.
Es muy raro no ver surfistas aquí en kilómetros», dice Shawna Sakal, administradora de una tienda de surf a pocos metros del muelle de este trajinado destino turístico estadounidense. «Siempre hay gente surfeando, todo el año».
Autoridades estiman que una filtración en un oleoducto operado por la compañía Amplify Energy en la región puede derramar unos 500,000 litros de petróleo al mar, en el peor escenario.
Las investigaciones analizan si un ancla impactó el oleoducto que fue desplazado a unos 32 metros de distancia, causando el derrame.
Los Ángeles y Long Beach figuran entre los puertos más activos del mundo. Decenas de buques portacontenedores han tenido que estacionarse en altamar mientras esperan atracar, debido a los atascos ocasionados por la pandemia.
Los barcos, visibles desde la playa, reciben coordenadas para anclar en lugares que no impliquen riesgos.
«Ni siquiera durante la pandemia»
Tras detectar el derrame el fin de semana, fue decretado el cierre del litoral, uno de los mejores para el surf en Estados Unidos. Los turistas y surfistas fueron reemplazados en la arena por equipos de limpieza con aparatosos trajes especiales, modificando la tradicional postal local.
Sakal señala hacia la playa, ahora completamente desierta, y dice que la ciudad y la playa nunca están así de vacías.
«Ni siquiera durante la pandemia. Trataban de impedir a los surfistas pero ellos siempre iban a las olas, no les importaba».
Este accidente llevó a una situación horrible y eso me molesta», dice Zack Lyons, que dice haber aprendido a surfear antes de caminar.
Sin poder entrar al mar, este joven alto, rubio y bronceado, compensa trabajando más horas en una de las tantas tiendas de deportes del lugar. «La vida ahora es ganar más dinero y surfear menos», dice riendo con ironía.
Su amigo, Jake McNerney, de 18 años, acostumbra a ver las condiciones del viento y las olas apenas abre los ojos en las mañanas. «Ni siquiera nos escribimos, nos vemos siempre en la playa», dice.
Cerrado
El cierre de las playas afecta no solo a los surfistas. Este miércoles, un día soleado, de cielo azul, pocas personas caminaban en el muelle que se extiende por varios metros desde la arena. Las tiendas y restaurantes próximas a la playa estaban casi vacíos. Las escuelas de surf permanecían cerradas.
«Hemos perdido probablemente 50% de ventas hasta ahora», dice Shawna Sakal, cuyo padre vende tablas de fabricación propia desde hace cinco décadas en esta tienda familiar.
Octubre es el mejor mes para los surfistas y para los locales. El clima es muy agradable, mucha gente viene a la playa durante los fines de semana, pero ahora no pueden por este derrame», dice.
Connor Waldrin trabaja en una tienda de alquiler de equipos de surf donde acostumbran a recibir entre cinco y diez clientes por día entre semana. «Y ahora, nada», lamenta.
Las escuelas, que consideran el deporte como parte importante del currículo, también tuvieron que adaptar sus rutinas.
«Acabábamos de comenzar nuestra temporada de competiciones antes del derrame», dice Lisa Battig, de la escuela Fountain Valley, ubicada a pocos minutos de la playa.
Haremos entrenamientos alternativos y buscaremos la forma de surfear fuera del área impactada», explicó.
Las competiciones de la semana han sido canceladas.
A lo largo de la línea costera, hay más de diez embarcaciones intentando retirar el petróleo del agua. Hasta el miércoles fueron colectados casi 23,000 litros. Unos 13 pájaros han sido rescatados cubiertos de petróleo.
Sakal, que no surfea pero solía caminar a diario en la playa antes de trabajar, no cree que pueda volver pronto. «Esperamos que abran rápido, pero no hay forma de saber».