En México el deterioro de la superficie va en aumento y el daño por lluvia es uno de los factores de mayor importancia en la pérdida del espesor de suelos cultivables, aseguró Guillermo Montero Martínez, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA).
Y argumentó: el choque de las gotas sobre el suelo es el principal elemento iniciador de la erosión. “Este efecto acumulado irá cambiando las características del terreno y, a la larga, puede producir una disminución de la calidad o capacidad del suelo para soportar un ecosistema”.
El universitario, en colaboración con el Grupo de Física de Nubes del Centro de Ciencias de la Atmósfera al que pertenece, analiza la velocidad con la cual caen las gotas de lluvia y su potencial capacidad para erosionar el suelo o terreno.
El experto en Ciencias de la Tierra de la UNAM indicó que, como equipo de investigación, el objetivo de esta línea de trabajo es proporcionar información detallada que permita la proyección de ese desgaste y evaluar las mejores acciones para prevenirlo, datos de utilidad para los tomadores de decisiones del país.
Expuso que en el mundo existen más de 130 millones de kilómetros cuadrados de zona terrestre, pero solo 12 por ciento de esa superficie es adecuada para la producción de alimentos, 24 por ciento se utiliza para pastoreo y el resto se destina a diferentes actividades.
Guillermo Montero señaló que en el caso de alimentos y fibra se requiere de suelo adecuado, toda vez que de 94 a 96 por ciento se obtienen de ahí, además del número de antibióticos que se elaboran con organismos que se generan en el suelo.
Por lo anterior, se trata de uno de los recursos naturales más valiosos del mundo, “éste proporciona una matriz física, un ambiente químico y un entorno biológico que permiten el intercambio de agua, nutrientes, aire y calor para muchos organismos que viven en él”, destacó el especialista.
Además, precisó Montero Martínez, influye en procesos hidrológicos que incluyen infiltración, percolación y drenaje, participa como purificador de agua y en diversos procesos climáticos y ambientales.
Se sabe que la erosividad de la lluvia –entendida como la capacidad potencial de la lluvia para causar erosión– puede estimarse a través de algunos parámetros basados en la energía cinética o en la cantidad de movimiento, y estas cuantificaciones pueden verse afectadas por la presión atmosférica o la densidad del aire, las cuales disminuyen con la altitud, manifestó.
Habíamos visto que existen algunas particularidades en la forma en que caen las gotas de lluvia y en su velocidad, lo cual está relacionado con la microfísica de la lluvia. Lo que observamos fue que, tal como decía la teoría, la velocidad de las gotas tiende a aumentar conforme aumenta la altitud”, detalló.
El volumen de la lluvia tiene que ver con los efectos de erosión del suelo, por lo que el estudio se centra en cuantificar la energía que proporciona la lluvia al impactar la superficie y disgregar esas partículas del suelo que no están consolidadas.
Montero Martínez dijo que la energía está relacionada con el producto de la masa y la velocidad de las gotas. “Si tomamos en cuenta ambos parámetros, si hay más gotas durante un evento intenso, entonces habrá más masa y más gotas cayendo a cierta velocidad y por tanto una mayor capacidad de la lluvia para erosionar. En cambio, cuando hay un evento poco intenso, la masa es relativamente pequeña y la erosividad es menor”.
Planteó que, como parte de estos análisis, el equipo de investigación realizó muestreos, dos de ellos en costas: Chamela, en el estado de Jalisco, y en Los Tuxtlas, Veracruz, cuya altitud es baja. Asimismo, dos más en la zona central del país, uno en Juriquilla, Querétaro, y otro en la Ciudad de México, en donde la altitud es mayor, por arriba de mil 800 metros.
Las bases de datos estudiadas por el grupo científico comprenden de 2014 a 2020, aunque no todos los sitios tienen la misma cantidad de información. Uno de los instrumentos utilizados principalmente es el sensor de tiempo presente, que permite registrar el diámetro de las gotas de lluvia, además de la velocidad con la que caen al suelo o superficie.
Refirió que el suelo, como otros recursos naturales, es importante porque no es renovable, una vez que el suelo se ha deteriorado, recuperarlo tomará al menos cien años. “En ese sentido podríamos decir que sí es renovable, pero en una escala de tiempo equivalente a varias generaciones, lo que perdamos de suelo en ésta no podremos recuperarla en la siguiente, sino que van a pasar muchas otras antes de que se vuelva a renovar”.
Asimismo, planteó que al tener superficies o áreas en las que la cobertura vegetal es removida, el suelo es más propenso a sufrir la pérdida de material por el impacto de las gotas de lluvia y el subsecuente arrastre de las mismas.
Al concluir, recordó que de acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales “el suelo es un elemento clave para el mantenimiento de la vida sobre la Tierra, pues participa de manera esencial en el funcionamiento de cualquier ecosistema. Se trata de un recurso finito que debe formar parte del capital estratégico natural de cualquier país”.
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