PEJA, Kosovo./
Majlinda Kelmendi puede presumir de haber ofrecido a Kosovo su primera y única medalla de oro olímpica. La judoca, símbolo de una joven nación en el plano internacional, quiere repetir la hazaña en Tokio e inspirar los sueños deportivos de sus compatriotas.
En un dojo luminoso de Peja, pequeña ciudad del oeste de Kosovo, llamada Pec por los serbios, la atleta morena y musculosa se entrena como todos los días con los cuatro judocas que partirán a Japón como ella.
Ya no estará sola a la hora de representar al judo kosovar, como en 2016 en Rio, en los primeros Juegos en los que participaba la antigua provincia de Belgrado, ocho años después de su independencia.
A sus 30 años, la joven aborda la competición con «calma» y se confiesa mucho más distendida que en la época.
«Era mucho más difícil antes de Rio» ya que «toda la presión caía sobre mí», explica sobre el tatami rojo y amarillo del club abierto tras la guerra de la independencia (1998-99) por su entrenador y mentor, Driton «Toni» Kuka.
«Hoy estoy mucho más distendida. Ya no estoy sola. Somos cinco. Todos buscaremos una medalla y al menos uno de nosotros va a lograrlo», señala.
En la delegación olímpica del judo kosovar hay cuatro mujeres y un hombre, todos en el Top 10 de su categoría, señalan las instancias deportivas del país. «Majlinda lidera el grupo, pero espero más de una medalla», resume el patrón del comité olímpico local, Ismet Krasniqi.
«DIFÍCIL»
La deportista (-52 kg), dos veces campeona del mundo y tres de Europa, atribuye también su serenidad al hecho de haber ganado ya un oro olímpico.
«Pase lo que pase, mi sueño ya se ha hecho realidad», señala. No tiene nada que demostrar, aunque va a tratar de «defender el título».
Nacida en Peja, Majlinda empezó en el judo en 1999, con ocho años de edad. La guerra entre independentistas albaneses y fuerzas serbias acababa de terminar cuando abrió la puerta del Ippon Judo Club, creado por Kuka, en el barrio desfavorecido de Asllan Çeshme.
Fue su hermana mayor quien la empujó a dar el paso, recuerda: «Todos los días me decía que fuera a divertirme» en el tatami.
No tenía ninguna idea sobre dónde ponía los pies, pero el arte marcial le gustó rápidamente: «Es un deporte difícil pero si te gusta, se olvida todo. Hay que tener determinación y objetivos propios».
Su técnico se acuerda de una alumna «especial cuando llegó al dojo por primera vez, y lo sigue siendo».
HEROÍNA
Su madre Fikrete fue la primera en la familia en practicar un arte marcial, el karate, algunos meses en su juventud. Su padre Ismet, un exfutbolista profesional, también la animó a practicar su afición de niña.
Ocurra lo que ocurra en Japón, Kelmendi conservará su estatus de heroína nacional que «abrió a Kosovo la puerta de la escena deportiva mundial de alto nivel», según Ismet Krasniqi.
Un éxito que supera el campo deportivo y se inscribe en el combate por el reconocimiento que Belgrado sigue negando a su antigua provincia, apoyado por China y Rusia, lo que priva a Pristina de un lugar en la ONU.
«La diplomacia del deporte es muy importante para nosotros como joven país, ya que ayuda a hacer nuestra promoción internacional», añade el presidente del comité olímpico.
La judoca de Peja sigue fiel a su modestia pese a una estatua en su honor que acaba de ser levantada en un parque de la ciudad. Una vez que termine su carrera, prevé ayudar a Kuka. Y espera que haya un relevo.
«Espero de verdad que después de mí, habrá otras medallas de oro para Kosovo en los Juegos Olímpicos», dice ella.
«No tengo la menor duda, y no será para nada una sorpresa, que Toni (Kuka) continúe preparando a futuros campeones olímpicos en este dojo», concluye Majlinda Kelmendi.