Rodin y Picasso, dos titanes a la conquista de la posteridad

CIUDAD DE MÉXICO/

Auguste Rodin y Pablo Picasso abrieron las puertas de la modernidad y aunque no hay certeza de que llegaran a conocerse, ambos genios compartieron la ambición de revolucionar el arte mediante una constante experimentación, la «adicción» al trabajo y la creación prolífica, según una exposición en París.

Por primera vez, sendos museos parisinos consagrados a Rodin (1840-1917) y Picasso (1881-1973) confrontan el trabajo de estos dos artistas a quienes les separaban más de dos generaciones. El primero ya tenía 60 años cuando el joven español llegó en 1900 a París y descubrió una de las más famosas obras de Rodin, «Monumento a Balzac».

Mientras la crítica se mofaba de esta figura de bronce masiva comparándola con una foca, Picasso, de pie frente a ella en una muestra al margen de la Exposición Universal, «tuvo ese instinto increíble de percibir que Rodin había inventado algo nuevo», explica a la AFP una de las comisarias de la muestra, Véronique Mattiussi.

Fue un «choque artístico», continúa. Picasso se dio cuenta de que en vez de representar al clásico escritor sentado sujetando una pluma, Rodin «rendía homenaje a la fuerza creativa» del autor representándolo a lo grande, tal un coloso.

Ese alejamiento de la representación fiel a la realidad fue uno de los pilares artísticos de Rodin y más tarde de Picasso, como muestran las más de 500 obras de la muestra repartidas en ambos museos e inaugurada el miércoles con tres meses de retraso debido a la pandemia.

  • Rodin, una referencia para el joven Picasso –

El interés de Picasso por Rodin no nació no obstante con Balzac, sino con «El pensador». El artista español había colgado en su taller de Barcelona una fotografía de la escultura, que sin duda le sirvió de inspiración para su famoso lienzo «Grande baigneuse au livre» (1937), que ilustra a una bañista en la misma posición reflexiva.

El malagueño tuvo incluso un «periodo rodiniano» (1900-1917) — definido así por el historiador del arte Werner Spies –, aunque es probable que ambos artistas no llegaran a conocerse personalmente, pese a tener amistades en común, como el pintor español Ignacio Zuloaga y el escritor Rainer Maria Rilke.

Durante esos años, Picasso experimentó con el mismo expresionismo de las esculturas de Rodin, a menudo para mostrar desolación y dolor, susceptibles de deformar la fisionomía.

La figura humana y también la psicología pasaron a ser el centro de la obra de Rodin y luego también de Picasso», explica Mattiussi, mostrando los rostros desencajados de las «Lloronas» de Rodin junto a «La mujer que llora» de Picasso, en el museo Rodin.

En esa misma sala, se confrontan también dos de las obras más conocidas de la historia del arte, revelando una similitud innegable, si bien no son las originales: «La puerta del infierno», de Rodin, y el «Guernica», de Picasso, dos creaciones monumentales que denuncian la crueldad humana con el mismo lenguaje carnal de cuerpos descompuestos y rostros presos de terror.

  • El erotismo, una pulsión común y permanente –

Pero para ambos artistas el cuerpo no solo expresa dolor. La figura femenina y su representación erótica fue seguramente el «tema favorito» de Rodin y Picasso, que representaron con «obsesión», según Mattiussi. «El beso» es la célebre escultura clásica y romántica del francés, pero también un lienzo del español que representa a dos amantes ávidos, unidos por los labios.

La muestra, abierta hasta el 2 de enero de 2022, explora también otras convergencias: desde su apego a la naturaleza y el arte primitivo para simplificar las formas, hasta su inclinación por realizar obras en serie y otras inacabadas.

Para Mattiussi, ambos artistas «jugaban en la misma liga» y su mayor recompensa era «ser los inventores de un arte nuevo», en épocas de plena transformación. Por ello, estos «adictos al trabajo» se entregaron en cuerpo y alma a una producción prolífica «más allá de toda lógica», ajenos al «qué dirán» del público y la crítica.

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