Aunque ahora, debido a la pandemia de covid-19, Mixar López vive un confinamiento en Iowa, Texas, ciudad donde aterrizó hace tiempo para formar una familia y dedicarse al acero y al hormigón, este encierro no se compara con el que vivió en el Centro de Reinserción Social (Cereso) de Uruapan, Michoacán hace unos años debido a que los quesos que transportaba en ese entonces venían cargados de marihuana.
Esta experiencia entre los barrotes, que abarcó 10 años de su vida, le ayudó al nacido en el estado de Guerrero en 1975 a dejar el narcotráfico y en su lugar encender su pluma. Pluma que a finales del año pasado arrojó 14 crónicas que deambulan entre la sordidez, las alucinaciones y los golpes de realidad.
Prosopopeya (Gato Blanco, 2020) es el título del libro que reúne estos duros recuerdos del también colaborador en sitios como Nexos, Juguete Rabioso y Los Ángeles Times. MILENIO habló con el autor para conocer más de su primera obra y sus motivaciones al escribir.
¿Qué es el éxito para Mixar López?
El efecto Fata Morgana, el espejismo de un peregrino desértico, de un viajero que busca un santuario por tierras lejanas y sólo encuentra dunas, arena y vacío. Mi generación ha creado la obsesión por la fama; yo trato de aniquilar el ego.
¿Cuál ha sido tu mayor fracaso en el terreno de las letras?
El mal del profeta exiliado, el de no ser reconocido en su propia tierra. Aun así, no me arrepiento de nada de lo que he escrito, por algo soy lo que soy ahora: un hombre que escribe simplemente o simplemente un hombre que escribe. No hay nada que aprender del éxito, todo se aprende del fracaso. No cambiaría en nada mi estilo, si es que tengo alguno.
Viendo México desde afuera, ¿qué extrañas del país?
La gente real. Mis muertos enterrados en fosas comunes o clandestinas. Las costas de Guerrero en las madrugadas doradas despintadas de todo molesto turista. El taller de carpintería de mi padre, el olor a formol en los dedos de mi madre, el aroma a petricor en la tierra caliente donde los mexicas lo dieron todo. Los ojos brujos de mi hija, los campesinos, la piel mestiza, los confines del mar.
E igual, mirando todo lo que pasa acá desde Estados Unidos, ¿qué te alivia no estar viviendo de este lado de la frontera)?
No hay ningún alivio en Estados Unidos. Todo es un hechizo, el país es un tinglado de utilería. Hay toda una gran producción detrás. El sueño americano es más bien una pesadilla. No hay mejor descripción de este país para un paisano que la que escribió Enrique Franco para ser interpretada por Los Tigres del Norte: ‘De qué me sirve el dinero / si estoy como prisionero de esta gran nación / Cuando me acuerdo hasta lloro / aunque la jaula sea de oro / no deja de ser prisión’. Definitivamente yo salí de un calabozo para entrar a una mazmorra.
Ahora que ves los textos de tu libro a la distancia, ¿qué crítica les harías? ¿cambiarías algo?
Es un libro con el que estoy en paz, a diferencia de otros textos de orden autobiográfico. Jorge Luis Borges decía que publicamos sólo para no corregirnos ad infinitum; pero a la ‘Prosopopeya’ yo no le cambiaría ni un punto y coma.
¿Te crees todos los comentarios de los que te alaban o confías más en la gente que te critica?
Yo no creo ni lo que veo en el espejo. La literatura, el periodismo, la redacción, no son mis trabajos. Llegué por error, fue un accidente, choqué contra el muro y pido disculpas por los daños a terceros. Mi verdadero trabajo es la construcción, como todo buen paisa indocumentado y trabajador que se jacte de serlo en Norteamérica. Cuando alguien me da el visto bueno del levantado de una barda lo agradezco, y enseguida vuelvo a tomar otro ladrillo.
¿Cuánto de tu situación familiar actual está impreso en tu primera obra?
Entre la añoranza de hurgar en los recuerdos y la añoranza de hurgar en la basura se define mi “obra”, si es que quieres llamarla así. Todo, absolutamente todo, es autobiográfico. Hablas de lo que amas, de lo que te interesa; todo se plasma en la figura literaria, todo es materia de escritura. Y, sin embargo, nada lo es, replicaría Doris Lessing.
¿Por qué leerte?
Todo está dicho ya. Si acaso se puede encontrar honestidad, mucha. Y nada de maquillaje. Las actitudes personales quedan reflejadas en la escritura, la honestidad tiene varias facetas, a su vez, la personalidad es toda una complejidad en diferentes grados: íntimos, interpersonales y sociales. Yo busco ser real en todos. Mi literatura es grafología también. Es lo que hay.
Describe tu momento óptimo para escribir.
Antes de que despierte el mundo y comience el caos, la maravilla y la violencia de un nuevo día.
¿Qué personaje de alguna serie de televisión te gustaría ser?
En estos momentos, el ‘spacecaster’ Clancy Gilroy, que atraviesa planetas a punto de colapsar en The Midnight Gospel para entrevistarse con sus sobrevivientes y conversar de temas existenciales como la vida y la muerte. En parte, es lo que he venido haciendo desde el 2016.
Luego de todo lo que has vivido, ¿crees en Dios?
Como dijo Ramakrishna: ‘No creo en él, lo conozco’.